El puñetazo de Rijkaard

*Artículo publicado en Notas de Fútbol

Se quedó el Barcelona en Montjuïc igual que el metacrilato del banquillo que golpeó con dureza Frank Rijkaard tras el el 2-1 de Tamudo: roto y por los suelos. El equipo blaugrana tenía a favor la estadística (cuatro partidos seguidos ganando en casa del rival de la ciudad), pero el Espanyol, a base de rabia y contragolpe, pudo hacer lo mismo que el entrenador holandés con el plástico, dejarla hecha añicos.

Luis García, a la media hora de juego, ponía las cartas sobre la mesa. El Espanyol iba a por la partida desde un inicio y ya Rufete había avisado con anterioridad a Valdés con un disparo que se marchó fuera por poco (tras un magistral pase de De la Peña). Las llegadas del Barça durante el partido se podrían contar con los dedos de la mano. Sin embargo, en una de ellas, Saviola, en el segundo tiempo, puso su punto de mira en la meta de Kameni para lograr las tablas.

Ronaldinho, que regresaba tras unas intensas vacaciones navideñas y ser reservado contra el Alavés, tuvo en un lanzamiento de falta a la cruceta a los once minutos su mejor ocasión. De ahí al final, gris. Muy gris.

Con el 1-1 el Espanyol buscó con insistencia la portería blaugrana a sabiendas del mal día de su zaga. Así, Tamudo, que había dado la asistencia del primer gol, cabeceó perfecto un centro desde la banda para situar por delante a la parroquia perica, que disfrutaba como hacía tiempo que no lo hacía del fútbol de su equipo.

Los cambios de Rijkaard, que pretendía amarrar el empate haciendo entrar a Motta en el lugar de Gudjohnsen, no le dieron resultado. Sólo Saviola sacó petrolio, pero no el suficiente. Iniesta se lesionó y Frank, en vez de jugársela y meter a Ezquerro, apostó por Oleguer, en una decisión un tanto extraña.

Así, y con un Barça desconocido, el Espanyol hizo del contraataque su mejor arma. Pandiani se topó con un salvable Valdés en alguna que otra ocasión, pero cuando ya el reloj marcaba prácticamente la hora de marcharse a las duchas, Rufete puso la puntilla al culminar un contraataque dirigido por Luis García. Montjuïc enloquecía, Sánchez Llibre sonreía y la cara de Rijkaard en el banquillo era un triste poema.

Tres puntos para la maleta blanquiazul, que le dejan en la zona tranquila de la tabla y le sirven de bálsamo tras caer en la pasada jornada. Además, con un fútbol que desquició a un irreconocible Barça. Los culés malgastan la oportunidad de colocarse líderes y lo que es peor, no mejoran una imagen que hace tiempo se ve borrosa.